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“ Cada vez que abráis un libro, pensad que representa el trabajo laborioso de un hombre. Ese hombre, para escribirlo, tuvo que estudiar años y años. Tuvo que estudiar en otros libros y también en la vida”.
Pedro Blomberg.

“Quien me tienda su mano sabrá de qué sabor es la nostalgia. Padezco de una rara enfermedad : escribo para no morir”.
ALFREDO HERRERA
(Poeta puneño)
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CORRIENTE LIT.:        Neoindigenismo
MICROBIOGRAFIA.-   Nació en Abancay en 1944 y en la actualidad vive. 
Feliciano Padilla Chalco (Puno, 1944) es autor de cuentos y novelas de escenario andino, especialmente puneño y apurimeño. En 1992 y 1996 fue reconocido con la Mención Honrosa del Premio Copé de cuento (“Me zurro en la tapa” y “Amarillito Amarilleando”); en 1998 ganó el Primer Puesto en el concurso nacional Canto al Lago, organizado por el Proyecto Especial Binacional Lago Titicaca (“El retorno de Qori Challwa”); y en 1999 ganó el Segundo Premio del 8.º Concurso Nacional de Cuentos, organizado por CEAL, de la Conferencia Episcopal Peruana (“A qué volviste, Nazario”). Además, en 1993 fue finalista del Concurso Nacional de Cuento César Vallejo, organizado por el diario El Comercio (“La huella de sus sueños sobre los siglos”).
  

            OBRAS:
                        EN VERSO
GENERO NARRATIVO
CUENTOS
-          "La estepa calcinada"(Puno, 1985)
-           "Requien"(Puno,  1987)                                                           -           "Surcando el titikaka"(Arequipa, 1988)
-           "Dos narradores en busca del tiempo perdido"(Arequipa 1990, en coautoria de Jorge Florez Aybar)
-           "La huella de sus sueños sobre los siglos"(Puno, 1994)
-           "Alay arusa"(1996, en coautoría de Jorge Florez Aybar)

                                                                ME ZURRO EN LA TAPA
TODOS lo miraban como reprochándole su actitud irresponsable. Pronto Josefrén comprendió que no valía la pena seguir torturándose; entonces, exclamo mentalmente: Me zurro en la tapa!, y se levantó en su metro ochenta y cinco  de estatura y rengeó hasta la barra para pedir cerilla. Y otra vez habló para sí mismo: Me zurro en la tapa! Luego, volvió sobre sus pasos y enfrentó aquel cerco de miradas acusadoras con dos breves sentencias: No se acabó el mundo para ponernos a llorar! En esta vida se pierde o se gana!.



Pero, se pierde jugando, no antes de jugar, le replicó Sancho Mostrejo, el crítico lapidario de literatura. Entonces que pusiste en el sobre, amigo mío?, intervino Jorge Geranio, Seguro cualquier cosa, a lo mejor alguna carta, quizá un artículo periodístico, tal vez documentos  sin valor, se apresuró en decir Luis Galeano. Quien sabe señor!, terció Borisev, consolando al poeta cuyos labios asían con desesperación un cigarrillo encendido.

Todos lo miraban incrédulos: algunos realmente apenados, otros contentos en el fondo de sus corazones mezquinos aunque no se lo demostraran al escritor. Josefrén se encontraba sin saber a que atenerse, sin comprenderlo verdaderamente. Se le podía advertir en su desgreñada y canosa cabellera, y en su tez morena, ahora macilenta a causa de tantos reproches.

Se lo habían recordado sus amigos hasta la saciedad:  Que la epopeya del suche participe en el concurso. El implacable crítico literario Sancho Mostrejo se lo recomendó repetidas veces para que lo enviara en el lapso más prudente, lo que era algo así como un término particular dentro del plazo oficial. Lamentablemente muchas  circunstancias conspiraron contra aquella voluntad colectiva que en los últimos meses congregara en el Kuntur a buena parte de los narradores, poetas e intelectuales puneños.

Los tragos iban y venían a discreción. Una comisión salió del Club con destino a la empresa telefónica. Se quería saber si la Universidad Ricardo Palma podía admitir como apto el cuento de Josefrén a ocho días de haberse cumplido el plazo. Señores: se trata de un cuento maestro jamás escrito en el país. Un No! rotundo, un No se puede! irreversible resonó en el auricular. Por favor hagan una concesión especial. Las reglas de juego son las mismas para todos los concursantes! No se puede!

Cuando terminó escribir la epopeya del suche después de corregirlo durante dos años, lo leyó ante sus amigos en el club Kúntur. Lo aplaudieron y lo abrazaron como nunca, con una franqueza a toda prueba. El poeta confirmó esta gran verdad en aquellos rostros exultantes. Sólo le preocupaba Sancho Mostrejo, el desdeñoso sepulturero de literatos jóvenes y experimentados. Recordaba que la última vez lo había herido sin atenuantes al criticar mordazmente su cuento Mister Bush, impidiendo que fuera remitido a un concurso convocado por Casa de las Américas de la Habana. Es ridículo, mediocre, no vale la pena: fueron los epítetos que Sancho Mostrejo acuñó para calificar aquella creación literaria. Mister Bush es un mamarracho!. Aquellas palabras le causaron profundas heridas que no acababan de restañarse. Por eso cuando Mostrejo lo abrazó moviendo sus bigotes como una gato agazapado por su cuento la epopeya del Suche, no podía saber si lo estaba haciendo sólo por complacerlo. Pero, como para disipar sus dudas, Sancho lo sorprendió: Josefrén éste es el cuento que espere tanto tiempo que lo escribieras; te felicito; ahora sí puedes participar con él en cualquier concurso. En cambio tu otro cuento titulado Mister Bush tiene un retraso de veinte años por lo menos.


Sancho Mostrejo abandonó el Kúntur y se dirigió hacia el parque Pino. Se detuvo un momento y advirtió que el sol estaba en su cenit y que titulada sobre la hermosa catedral y sobre el cerrito Wajsapata. Supuso que en aquel momento, también el lago se dejaba poseer por esas lenguas de fuego encrespando sus olas. Prosiguió y en el trayecto aprovechó toda ocasión para pavonearse. La venía formal que hacía a sus conocidos, el movimiento ridículo de sus bigotes y aquella sonrisa burlona sobre la que cabalgaba un menudo sombrero de fieltro saturaba la calle de rancio perfume. Pequeño de estatura, seguía caminando como un modelo de figurín. En una de las bocacalles se encontró con Tapizón Retama luciendo unos bigotes parecidos a los suyos: era su carnal, su amigo leal,. Ambos se abrazaron y se interrogaron con la mirada acerca de las últimas noticias para el semanario que codirigían. Acabo de decidir en el Kúntur que La epopeya del suche, último cuento de Josefrén participe en el concurso nacional; yo creo que aquí el autor ha dado todo de si; es el mejor cuento jamás escrito en Puno, rompió el protocolo Sancho Mostrejo. No hay nada que hacer, tú eres el hombre, respondió Tapizón Retama y, agregó: Hermano Sancho, tú decides la actividad cultural de la ciudad. No digas eso amigo mío!, trató de ocultar su vanidad el crítico lapidario de literatura. Que concurso de danzas o estudiantinas se efectuó sin que seas miembro principal del jurado? Que revista o periódico impreso importante ha prescindido de tu sabia dirección? Qué autor literario sobrevivió a tu crítica constructiva? Hasta el cura te pide concejos para decir la misa!...Sancho se quedó meditando unos segundos y gozó en silencio de aquel florilegio. "Es absolutamente cierto lo que dice Tapizón, pero es mucho más cierto que me lo recuerda cada vez que quiere que le haga un favorcito. Al poco rato, lo previsto interrumpió sus cavilaciones: Sancho, hermano del alma, me encuentro en problemas, préstame hasta fin de mes doscientos dólares.

Después vendrían más veladas más comentarios y una decisión colectiva: La epopeya del Suche debe participar en el concurso. Se acordó por mayoría enviarlo el 28 de febrero, fecha en que expiraba el plazo. De acuerdo al reglamento era suficiente que la fecha del sello postal coincidiera con aquélla o con una data anterior. Al fin llegó el 28 de Febrero. Se reunieron los amigos en el Kúntur a partir de las diez de la mañana. El poeta les informó que ya lo tenía mecanografiado en cuatro copias inmaculadas y que, la manila  también se encontraba debidamente rotulada. Falta, amigos tomar los cuatro ejemplares, colocarlos en el sobre y lacrar. y bebieron tragos a guisa de aperitivo, pero se propasaron hasta las tres de la tarde, hora en cada quien tomó el camino de su casa. Josefren pago un taxi para llegar a su domicilio en el barrio Huáscar, y lo primero que hizo en el estado en que se encontraba fue cumplir su promesa: rengueó hasta su biblioteca, buscó las cuatro copias, hizo el despacho y lo envió al correo con su hijo Joselo, para mayor seguridad.
A la mañana siguiente fue a dar otra ves a la biblioteca y, buscando la violencia del tiempo, la más grande novela latinoamericana, dio con los cuatro ejemplares de La epopeya del suche, su cuento maestro, a decir de Sancho Mostrejo. El acabóse! Y que maldita cosa puse en el sobre?, se preguntó fuera de sí. Esto era lo que se lamentaba con trágico patetismo allá en el  Kuntur, la tarde aquella en que una comisión voluntariosa fue a cumplir una misión imposible via teléfono ante la Universidad Ricardo Palma. Por eso lo recriminaban, lo estaban zarandeando en demasía No pudo mas. Tomo todo el valor de que era capaz y les espetó en la cara con esta exclamación: Me zurro en la tapa! !Has perdido tu mejor oportunidad, se lo recordó nuevamente el crítico lapidario de literatura.
Desde aquel día una tristeza de alas grises anidó en el corazón de Josefrén. Bebió como nunca para encurtir sus tribulaciones y buscó consuelo en la soledad de las tardes sombrías. Dejó de frecuentar a sus amigos. No encontraba paz ni en su propio hogar donde no dejaban de recordarle lo estéril de su triste oficio. Sus familiares preferían lo tangible, y lo tangible era que sus poemarios y cuentos, y el tiempo que ocupaba para darles vida con tanta ternura no servían para comprar ni una migaja de pan. Se encontraba así enfrentado a un asedio feroz de cuchillos letales, en el centro mismo de todas las tensiones del mundo, perdido en medio de todos los fuegos.

"Soy un fracaso, míreseme por donde se me mire. En casa nadie me respalda ni da un centavo partido en dos por mis cosas. Mis amigos me sonríen y me cuentan entre los suyos sólo por complacerme. Sancho Mostrejo es el único que me dice la verdad. Si no fuese por el, hubiera hecho el ridículo con mi cuento Mister Bush en Casa de las Américas. Bueno, ahora todo esto se acabó. No escribiré en adelante ni un solo verso más, ni un cuento más. Cambiaré. Estoy viejo, pero, podré aún dedicarme a actividades lucrativas y recuperar la consideración de mi familia"


Aparentemente todo estaba resuelto, pero Josefrén sufría lo indecible aquella metamorfosis. Se había pasado la vida cribando las palabras para aromar con sus flores nuestras vidas afligidas, depurando el oro excelso en el crisol de su corazón para regalarnos sorbos desbordantes de consuelo... Ahora le era difícil suponer que en el futuro, su mente acostumbrada a crear, pudiera contentarse con solo planificar ganancias materiales. El solo pensarlo lo conmovía y lo tenía pasando los días sin saber cómo entre congojas y copas de soledad.
Una mañana de mayo, sintió otra ves que el mundo se lo engullía con pesadumbres y todo. "Que el diablo me cargue sin permitirme volver la mirada a los míos. Que sea así de una ves por todas". Pensó que la muerte era su única salvación. En aquello, una noticia radial casi le facilita el viaje de un ataque cardíaco:
Señoras y señores, no todo es malo en la Región Mariategui. No todo huele a ineptitud y fracaso. En medio de esta podredumbre se ha encendido una luz para darnos consuelo. Señoras y señores, de acuerdo a un cablegrama que acabamos de recepcionar, Josefrén, nuestro amado poeta, es ganador del primer premio consistente en cinco mil dólares del Concurso de Cuentos Ricardo Palma 1992, por su magnifico trabajo Mister Bush. Salud poeta Josefrén alegrémonos los puneños!
La ciudad toda no cabía en si de contenta, el poeta no lo podia creer. Sancho Mostrejo no salió a la calle durante un año.

1 comentarios:

Sr. Padilla, acabo de leer su cuento y he tenido un muy grato momento recorriendo su fascinante y muy amena trama y también recordando el club Kuntur, donde alguna vez fui convidado a pasar un memorable momento. Mis cordiales saludos.

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