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“ Cada vez que abráis un libro, pensad que representa el trabajo laborioso de un hombre. Ese hombre, para escribirlo, tuvo que estudiar años y años. Tuvo que estudiar en otros libros y también en la vida”.
Pedro Blomberg.

“Quien me tienda su mano sabrá de qué sabor es la nostalgia. Padezco de una rara enfermedad : escribo para no morir”.
ALFREDO HERRERA
(Poeta puneño)
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(Luis Gallegos Arreola)
CORRIENTE LIT.:        Realismo Urbano
MICROBIOGRAFIA.-   Nació en Ilave en 1923 y en la actualidad vive.


            OBRAS:
                        EN PROSA
GENERO NARRATIVO
CUENTOS
-          "Cuentos de qoñi Kúcho"(Tacna, 1986) 2 tomos
-          "Las voces del viento (Lima, 1992)
-          "Barlovento (Lima, 1993)
OTROS:
-          "Las minas del diablo"(Puno, 1996)
-           "Biografía de Julian Palacios  y Manuel Z.        Camacho".
-          "La escuela de utawilaya"

                                                                          EL DIABLO
Eran los días de la fiesta de la Patrona de la Ciudad, en que llegué a esta hermosa ciudad. La novedad y la gran afluencia de visitantes llenó las calles y las plazas. Y la música de las bandas de guerra, con sus estridencias colmaba todo. La gente caminaba distraída o se detenía en las plazas a mirar a los miles de danzarines. Para mi era fácil ejecutar mi trabajo de apropiarme de lo ajeno. Esa tarde, el sol intenso reía en el hondo cielo y el calor sofocaba envolviendo a todos con su manto de sopor, es cuando aproveché para sustraer fácilmente la cartera de una distraída y elegante dama, que muy embelesada contemplaba la danza alocada de los diablos. Y sin que nadie advirtiera, ni sospechara mi sana intención, muy disimuladamente me sumergí en medio del gentío y me aproxime a la distraída dama. Ella tenía una cartera de color marrón que le colgaba del hombro izquierdo. Disimuladamente saqué del bolsillo de mi casaca la pequeña y filuda tijera con la que corté la correa, y la cartera muy suave cayó a mis manos.


Luego con el botín me escabullí para salir fuera de la plaza y en cualquier calle desierta abrirla y apoderarme del dinero y de algunas pertenencias de valor y luego botar la cartera y asunto concluido, con lo que terminaría mi penosa jornada. Pero, a veces la suerte es adversa, cuando uno está piña. En el momento que me alejé y dí varios pasos en dirección a una calle, sentí que unos pasos me seguían y es cuando empecé a correr. Los pasos también corrían tras de mí. Con este peligro encima acudí a Dios que siempre me ha salvado de cualquier percance y a toda velocidad ingresé a la catedral que estaba abierta a esa hora, poco más o menos las cuatro de la tarde. Tranquilo caminé por el sagrado recinto, porque los pasos que me seguían se habían quedado en la puerta. Estaba en la casa de Dios y pensé en el diablo, en los diablos que bailan en las calles. Ingresé a la sacristía, donde el señor cura conversaba con dos personas. Puse cara de loco y le dije: "padre, padre, el diablo me persigue, vengo huyendo de él, por favor déjeme salir por la puerta que da a la calle Deústua. El buen sacerdote me miró y presto abrió la puerta y me dijo. "escapa por acá hijo, antes que el diablo te agarre". Salí corriendo y me perdí en la calle Ilave.

Yo, esa tarde, me encontré con mi amigo Leonidas, quien me tomó del brazo y me dijo: "acompáñame a la catedral tengo que pagar los derechos de una misa para el día de mañana que es el onomástico de mi finada madre. Yo siempre recuerdo a mis familiares muertos con una misa en su día". Muy gustoso acompañé a mi amigo Leonidas hasta la Sacristía de la catedral donde se encontraba el padre Lorenzo. Después de cancelar los derechos de la misa nos quedamos a conversar con el padre. En ese momento ingresó apresurado un hombre con cara de loco y suplicó al padre que lo proteja, que lo salve, porque el diablo lo persigue. El padre lo hizo escapar por la puerta de la sacristía que da a la calle Deústua y le dijo: "escapa por acá, hijo, antes que el diablo te agarre". Los tres miramos al perseguido, quien se perdió en la calle Ilave.

Yo quedé intrigado pensando en el diablo con su cara llena de sapos y culebras, con sus ojos desorbitados y sus siete mil cachos, con su capa llena de pedrerías y bordados de dragones y serpientes. Leonidas me dijo: "vamos a ver al diablo. Debe estar en la puerta esperando con su máscara en la mano, como un trofeo, o se lo habrá puesto en la cabeza como casco". Nos despedimos del padre Lorenzo y salimos de la catedral. En la puerta sólo encontramos a un policía, con su revólver en el cinto y su canana lleno de balas. Tenía la cara alegre como la de un niño a quien su padre le había comprado un juguete.

Cuento Inédito